Os dejamos la intervención del alcalde José Antonio Diez en la ceremonia Foro u Oferta celebrada en el Claustro de la Catedral el día 2 de octubre.
Excelentísimos miembros del Cabildo Catedralicio, Autoridades, convecinos, señoras y señores
Volvemos hoy a este claustro catedralicio, como marca la tradición y, sobre todo, como exigen los deseos del pueblo de León que cada año espera de su Corporación el homenaje al pasado que nos forjó como pueblo en el pasado y nos une en el presente.
Un pueblo que nos pide que seamos fieles y defendamos nuestra historia, frente a todos y frente a todo. Reivindicando, permítanme que también ante ustedes, un pasado que nos hizo fuertes en Europa, Cuna del Parlamentarismo y tierra de libertades.
Y de libertades y de oprobios va hoy ésta mi intervención que he querido realizar como máximo representantes de los leoneses para reivindicar, también, nuestras ceremonias tradicionales.
Gracias al pueblo de León por apoyarnos y por estar hoy aquí rememorando uno de los más antiguos rituales de nuestra ciudad.
Narran los historiadores que el Rey Mauregato, que rigió el reino astur leonés entre los años 784 y 789, concertó con el emir cordobés un tributo de cien doncellas del reino que, cada año, serían llevada Al Andalus para conservar la neutralidad de los emires omeyas en las luchas internas en los reinos cristianos, luchas fraticidas que devastaban nuestras tierras en el siglo VIII. El rey pagaba así la ayuda del emir Abderramán en sus batallas. El oprobio no zanjó la carga y habrían de pasar décadas para poder poner fin a este terrorífico tributo que suponía el destierro, la agresión y la muerte para las jóvenes.
El final llegó, continúan cronistas y expertos, con la victoria del Rey Ramiro I en el monte Laturce, cerca de Logroño en la que se considera una de las batallas mitológicas de la Reconquista. Cuenta la tradición que tras negarse el regente astur leonés a mantener el vejatorio tributo pactado décadas antes y prohibir el traslado de las doncellas al emirato de Abderramán II, los musulmanes declararon la guerra.
Escribe Lucas de Tuy, que el Rey Ramiro reunió al Consejo de Estado y reiteró su negativa a pagar el tributo al emir cordobés. Las tropas sarracenas –se narra en esta fase de la historia en la que, como siempre, se entremezclan verdad y leyenda, intentaron lograr por la fuerza mediante la rapiña y el robo el tributo leonés. Tras varias batallas perdidas, las tropas cristianas se replegaron al monte Laturce o collado de Clavijo donde, en mayo del año 844, vencieron los cristianos. Eso sí, con la inestimable ayuda del Apóstol Santiago que bien ha venido a la iglesia, pues en pago a su intercesión de instituyó el voto al Apóstol que confería a la iglesia trigo y vino para el sustento de los canónigos.
El apóstol, escribe la crónica del rey, se apareció al monarca que había confiado más en la misericordia de Dios que en su ejército. Le animó a emprender la batalla asegurándole el triunfo. “Buen ánimo y ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemigos por quienes te ves cercado […] y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte blanco […].
Sea esta la verdadera historia o sea la que narra que la batalla de Clavido fue comandada por el rey Ordoño I en 860, o la indica que al tributo de las cien doncellas se puso fin con la victoria de Ramiro II en Simancas ante Abderramán III, lo cierto es que en el año 1693, Francisco Cabeza de Vaca Quiñones y Guzmán –que no puede tener nombres más leoneses-, Marqués de Fontiyuelo, describe la festividad de la Asunción de Nuestra Señora que, el 15 de agosto, se conmemoraba en honor a la batalla de Clavijo. Una fiesta muy especial que comenzaba con la salida con clarines y tambores desde la Casa Consistorial, que acompañaban al regidor, corregidores y maceros, y a las doncellas -48-, niñas procedentes de las parroquias leonesas.
Los reyes proveían a la ciudad de los maravedíes necesarios para sufragar el consumo del vino en las jornadas festivas. Ahora, ya le aseguro yo que no es así. Ni el Rey, ni la Junta, ni el Gobierno ni los fondos Next Generation que tanta ayuda nos están prestando nos sufraga este donativo que, libre y voluntariamente traemos.
Ahora, tampoco tenemos la fruta verde, los torreznos, los patos con sopillas, la olla cocida con tocino, pero sí la cecina para dar de comer a las doncellas como, de nuevo recogen las crónicas, se hizo en el año de 1598.
Siglos y siglos de tradición, historia o leyenda, que argumentan hoy nuestra presencia en forma de ciudad. Sea cual fuera la realidad, lo cierto es que hemos de conmemorar nuestra costumbre de siglos y como pueblo acudir voluntariamente a la Catedral –como hemos hecho siempre- para estrechar los vínculos que unen a todas las leonesas y los leoneses con este templo que constituye uno de nuestros nexos con el pasado, con el presente y con el futuro.
Conmemoremos nuestra tradición y nuestro legado, inigualable por único y antiguo. Y aquí venimos, libre y voluntariamente, a cumplir con él, con devoción a nuestra Madre y respeto al Cabildo. Permítanme corregidores, cabildo, que cite a uno de mis antecesores porque, ya en el siglo pasado, tenían perfectamente claro sus obligaciones y querencia. Hago mías las palabras de José Eguiegaray y “ruego, señor capitular, que acepte nuestra voluntaria ofrenda en nombre de la ciudad de León, una ciudad que sabe creer, que no olvida y que en el solar más viejo de la Historia de España, sabe también soñar".
SEGUNDA INTERVENCIÓN
Hay muchas cosas, demasiadas, que los leoneses hemos tenido que hacer a la fuerza. No nos dejaron opinar. Tributos que pagamos durante años, con dolor y con pena. Pero, entre esas cosas forzadas, no está, desde luego, acudir a esta catedral el domingo antes de San Froilán para dar muestra de nuestra fe, de nuestra devoción, y de nuestro agradecimiento a la Madre por su protección y ayuda para poner fin al nefando tributo de las doncellas, fuera con la espada del apóstol o tesón y la valentía de de los reyes y sus aguerridos soldados leoneses. Valientes, siempre. Justos. Batalladores y tenaces.
Sé que han elegido ustedes un capitular amigo para que rebata desde el cariño mis argumentos. Como experto deportista sepa, no obstante, que vengo entrenado. Soy duro en el juego, no olvide don Mario, que aquellos que me critican lo hacen, también, por la fuerza de mis convicciones.
Así que tome nota, y no devuelva esta pelota como un frontón. Voluntariamente aquí acudimos. Así lo hicimos en los peores momentos que ha vivido, sin duda, la ciudad de León en las últimas décadas. Cuando la pandemia nos hizo débiles y el temor aún estaba en nuestras calles, cuando no sabíamos lo que iba a durar esta pesadilla, acudí aquí para, representación del pueblo de León, reiterar nuestro respeto a la tradición y la fe con una oferta que nace del corazón y no con un tributo que nazca del bolsillo y de la obligación.
Encabezo la Corporación que sin dudar acude libremente con su ofrenda. Y mire si será libre que le añadimos algo valiosísimo para nosotros. Este año, les traemos una bandera de León porque he visto que el león rampante está esculpido en su piedra, pintado en sus puertas, pero no ondea nuestra enseña ni en las cubiertas, ni en sus torres. Ese león rampante, símbolo de la ciudad y que tan presente está en toda esta Catedral ha de ser, para ustedes, el recuerdo del noble pueblo de León que no se rinde y que, por fin, ha conseguido que ustedes acepten que venimos libremente hoy aquí. Pido a todos los medios de comunicación que saquen sus cámaras, al auditorio que prepare sus móviles porque sé que van a vivir el momento histórico de que rindan su tradicional tozudez y acepten nuestra victoria, la victoria del pueblo, la confirmación de nuestra voluntariedad porque “aquesto no es un tributo porque aunque para Dios todo es debido, los damos con tanto amor como si fuera voluntario".
Tercera intervención
Como alcalde he de recoger todos los sentires de la ciudad y no me queda más remedio que incluir su mensaje para el estudio de generaciones futuras que aquí vendrán a rendir, como decía, respeto a su legado.
Pero, señora secretaria, levante acta de que el corregidor de León y toda la Corporación, los hombres y mujeres elegidos por los leoneses para representarles y defender sus derechos, llegaron en 2022 a este claustro libre y voluntariamente, armados con su fe, su pasado y su bandera, a entregar su oferta a la Virgen de Regla y a pedir que nunca nos falte su protección. Graben, señores capitulares, con letras tan grandes como las de León de su plaza, nuestra voluntariedad.